SHOCK, el teatro como camino utópico frente al capitalismo del desastre

Publicado en El Salto Diario, el 22 de septiembre de 2021

 

Como sucede a menudo, todo empieza con la guerra. Después de la Segunda Guerra Mundial vino la Guerra Fría, que era más psicológica que bélica. La CIA se interesó por los experimentos que se estaban llevando a cabo en secreto para el control mental y el llamado lavado de cerebro. Ahí estaba el electroshock. Después de recibir sesiones pautadas de electroshock, los pacientes-cobaya cada vez tenían menos poder sobre su voluntad. Al mismo tiempo, como reacción al New Deal de la administración Roosevelt y sus recetas económicas keynesianas, surgió una doctrina que se declaraba abiertamente alérgica a la intervención estatal en la economía. Uno de sus principales ideólogos, el economista estadounidense Milton Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976, conviene tenerlo presente), decretó la muerte del Estado como garante de las libertades, fiándolo todo al mercado autorregulativo y radicalmente privatizado. Pero Friedman y sus seguidores eran muy conscientes de que sus ideas eran impopulares, así que había que pensar la forma de ir aplicando sus fórmulas y —al menos eso sostiene Naomi Klein— encontraron en el shock el elemento idóneo que les abría todas las puertas traseras de los Estados, las ciudades y las personas.

“Un estado de shock —dice Naomi Klein en un texto incluido al principio de la obra de teatro Shock I— no es algo que se produce únicamente cuando nos pasa algo malo, sino también cuando perdemos nuestra narrativa o nuestra Historia, cuando nos desorientamos. Lo que nos mantiene orientados, alerta y a salvo del shock, es nuestra Historia. En 1982, Milton Friedman escribió que ‘solo una crisis, real o percibida, produce un cambio real’. Él, evidentemente, pensaba en una crisis económica que le ayudase a imponer su particular utopía”.

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