Crítica: La cocina

Publicada en Time Out Madrid el 25 de noviembre de 2016
Visto en el Teatro Valle-Inclán
Autor: Arnold Wesker
Director: Sergio Peris-Mencheta
Intérpretes: Silvia Abascal, Roberto Álvarez, Alejo Sauras, Ricardo Gómez, Diana Palazón, Patxi Freytez y Javivi Gil Valle, entre otros.
 

Quizás haya quien piense que el teatro se ha visto seducido por los efluvios televisivos y se ha apuntado a la moda gastronómica. Nada más lejos de la realidad. ‘La cocina’, esta cocina de Arnold Wesker, es una obra de principios de los años 50 a través de la cual entramos en el microuniverso que comparten día a día 26 personas que trabajan en el restaurante Marango’s de Londres. Lo que menos importa es la comida, y es ahí donde vemos lo diametralmente opuesta que es esta obra a los programas culinarios de la pequeña pantalla, donde todo el foco se lo lleva la chicha deconstruida. Aquí lo importante son ellos y ellas y lo que viven. La vida es la trama. El tiempo, el argumento. Y la cocina, un ecosistema que, como todos, mantiene su equilibrio a trancas y barrancas, sometido a mil vicisitudes.

En esta cocina –y me voy a dejar llevar por los símiles fáciles, lo siento- se cuece la más granada variedad de emociones y hierven, a fuego fuerte, las pasiones que devienen en encuentros y encontronazos. Las diferencias, todas las posibles entre los seres humanos, fermentan hasta enmohecer los amores o convertir en rico yogur las amistades. Una jornada de trabajo en esa cocina del Londres post Segunda Guerra Mundial, es reflejo de Europa y del mundo, donde a veces reina la calma de una lejana orilla mediterránea y donde de pronto irrumpe el clamor de la batalla. Cocina-refugio para unos, cocina-trinchera para otros, cocina-hogar y cocina-huida. No, no hay una historia que seguir porque esa cocina son todas las historias. Y si deja una enseñanza (habrá otras, seguro), esta tiene que ver con la convivencia. Convivencia en la diferencia. Escucha y respeto por el otro. Lo contrario es la autodestrucción.

Lo dije en un tuit. Me repito aquí: Sergio Peris-Mencheta se doctora cum laude en dirección escénica con este montaje. A su favor quizás tenga que lo lleva soñando más de 20 años. Talento y sueño aunados. Mover ese engranaje con tal precisión, darle (con la inestimable ayuda de los intérpretes, que pese a algunos acentos extraños, están en general de quitarse el sombrero) la vitalidad, la rudeza, la bilis, la fiereza, la confianza, la disciplina, la brutalidad y la sensibilidad… la vida, en definitiva, que todo destila, lo convierten en candidato a todos los premios posibles, empezando por el aplauso encendido que, como ocurrió el día del estreno, auguramos recibirá la obra función tras función hasta el penúltimo día de este año. Montaje heroico, sin miedo a la hipérbole.