Crítica: Panorama desde el puente

Publicada en Time Out Madrid el 14 de febrero de 2017
Vista en los Teatros del Canal
Autor: Arthur Miller
Director: Georges Lavaudant
Intérpretes: Eduard Fernández, Marina Salas, Mercè Pons, Francesc Albiol, Bernat Quintana, Pep Ambròs, Rafa Cruz y Sergi Vallés

Este es uno de esos montajes que alcanzan la cumbre gracias a un actor. Pese al indiscutible valor de la pieza y de su autor, pese al prestigio acumulado por el director de esta propuesta, pese a la solvencia de la producción (Borja Sitjà y el Teatre Romea de Barcelona), este montaje tiene un claro protagonista: Eduard Fernández. Su Eddie Carbone (personaje central de la pieza) es para enmarcar.

También es cierto que destaca más porque el resto del elenco está muy por debajo de su nivel y porque toda la puesta en escena está orquestada para hacerle brillar. Desde luego, los veteranos Mercè Pons y Francesc Albiol le aguantan el tipo, como lo hace un tanto irregularmente ese torbellino de energía llamado Marina Salas. Pero en ese pequeño y desigual cuerpo de Fernández están todos los estibadores de los muelles de Nueva York, toda la historia de la inmigración italiana hacia Estados Unidos y todas las pasiones desatadas imposibles de amarrar, todos los amores regidos por esquemas retrógrados, las más devastadoras formas que existen de relacionarse entre un hombre y una mujer.

Fernández se nos presenta con el aplomo de un patriarca que se ha ganado con sangre, sudor y lágrimas su posición en la comunidad. Luego como el hombre aturdido por un deseo más fuerte que su templanza. Más tarde como un furioso y posesivo Otelo cuyo Yago es también el mismo. Vemos cómo se deshilacha su autoridad y su posición social, como el amor y la admiración que otros le profesaban se torna desconfianza y rencor que le escupen a la cara y que él asimila con más y más torpeza. Su tránsito es patético y lastimoso, merecido y poco entregado a la compasión del espectador. No, Eduard no entrega a Eddie (como sí hace Mercè Pons con Beatrice casi desde el principio, quizás siguiendo una dudosa directriz del director, porque esa mujer italiana, sobre el papel, es más fuerte y menos indulgente). Eduard defiende a Eddie hasta el final. Hasta que desaparece con él.

Dejando a un lado el portentoso ejercicio interpretativo de este monstruo de la escena, Albiol parece incómodo en ese papel medio corifeo medio narrador que le ha tocado; Marina Salas combina momentos en los que perfila a Katie segura y exigente, con otros –los más dramáticos- en los que el personaje parece írsele como arena entre los dedos. La pareja Marco y Rodolfo, los primos que llegan desde Sicilia para hacer saltar todo por los aires, está bien defendida y actuada por Bernat Quintana y Pep Ambrós. El montaje de Lavaudant presenta una fría elegancia parisina en su ritmo y transiciones, aunque luego apuesta por un claro feísmo en las cuestiones plásticas y de vestuario. Todo bien, o no. Porque es que aquí, insisto, es Eduard Fernández el que merece la ovación interminable, opacando, para bien o para mal, todo lo demás.