Crítica: Refugio

Publicada en Time Out el 18 de mayo de 2017
Vista en el Teatro María Guerrero
Autor y director: Miguel del Arco
Intérpretes: Israel Elejalde, Beatriz Argüello, María Morales, Raúl Prieto, Macarena Sanz, Carmen Arévalo y Hugo de la Vega

‘Refugio’ es de digestión lenta. No es un plato complaciente. Por fuera tiene ornato suficiente para epatar al más pintado. Por dentro, una nuez amarga. Amarga pero nutritiva. Claro que, por mucho que alimenten cuerpo y espíritu, las nueces amargas no son del gusto de todos. Hay quien las rechaza de plano. Pero ay de quien no se sienta interpelado por la amargura de la existencia, la propia o la ajena, porque estará abocado al vacío.

‘Refugio’, dejando a un lado las metáforas, es de una actualidad sin ambages, centrada en dos temas que no se descabalgan del top five de la agenda mediática: la corrupción y los refugiados. Dos temas que se materializan en el escenario a través de dos historias cruzadas: la de Suso, un político español acorralado por la corrupción (Israel Elejalde) y la de Farid, un sirio acogido por Suso en su casa (Raúl Prieto).

‘Refugio’, volviendo a las metáforas, es un montaje bello pero espinoso, como un pasillo de zarzas en flor. Contiene el fruto de la descomposición moral de Europa, acelerada con esa bacteria inyectada por las guerras provocadas en otros continentes por los propios occidentales. Los personajes navegan en una endeble patera entre las aguas del lenguaje directo y cotidiano y las del lenguaje poético, con el riesgo siempre presente de naufragar entre mentiras dialécticas. Verborrea contra silencio.

‘Refugio’ dispara nada más levantarse el telón y no baja el arma en hora y media. La primera escena, sublime, entre María Morales e Israel Elejalde es precisa y demoledora como el disparo de un francotirador serbio en la Sarajevo del 94. Luego viene el fuego cruzado y las armas de repetición. La historia entre Farid y Sima, su mujer (otra vez enorme María Morales, y no menos inmenso Raúl Prieto), forzosamente reiterativa, es como un martillo sobre nuestra conciencia. Lo de los jóvenes de la función (contundente Macarena Sanz, sorprendente, para bien, Hugo de la Vega) son bombas de racimo. Lo de Carmen Arévalo, napalm de acción lenta. Lo de Beatriz Argüello, encarnando a Amaya, una cantante de ópera que ha perdido la voz, casada con Suso, es una amenaza nuclear que queda en nada.

‘Refugio’ es, para mí, el mejor montaje como director de Miguel del Arco hasta la fecha. Quizás como dramaturgo todavía le falte un hervor –con perdón- para alcanzar la excelencia. Pero con ese elenco, esa escenografía impactante de Paco Azorín, esas luces y ese sonido, alcanza alturas operísticas y no solo por el momento wagneriano que se suelta. Montaje importante, en fondo y forma. Dispara, sí, al vientre y al corazón. Pero no mata, sino que nos resucita del sopor telediario. Debería verse en toda España y en todo el mundo. Buena mierda para exportar.