Entrevista: Toni Servillo

TONI SERVILLO

“ELVIRA OFRECE AL ESPECTADOR UN ANTÍDOTO PARA NUESTROS TIEMPOS APRESURADOS”

Publicado en Time Out Madrid en marzo de 2018

Lleva viniendo a Madrid desde 1982 y la última vez fue en 2014. Toni Servillo, uno de los intérpretes italianos más celebrados del momento, nos ha regalado momentazos en la gran pantalla (‘Gomorra’, ‘Il Divo’, ‘Bella Addormentata’ y, sobre todo, ‘La grande bellezza’), pero su hábitat natural es el teatro desde 1977. Con su compañía Teatri Uniti llega de nuevo a nuestra ciudad y viene con ‘Elvira’, una pieza basada en ‘Elvire Jouvet 40’, en la que Brigitte Jacques recogió las lecciones que el maestro francés de la interpretación Louis Jouvet dio para la creación del personaje Doña Elvira del ‘Don Juan’ de Molière en el París ocupado por los nazis.

 

En la producción de ‘Elvira’ participan el Piccolo Teatro de Milán, el Teatro d’Europa de Roma y Teatri Uniti di Napoli. Recorre de norte a sur el país: ¿casualidad, causalidad? ¿Simboliza una cercanía entre sensibilidades distintas o, a nivel teatral, Italia es toda una?

Efectivamente, ‘Elvira’ es una producción de Teatri Uniti di Napoli, mi compañía, y del Piccolo Teatro de Milán, juntos de nuevo y por tercera vez envueltos en giras internacionales, después de los espectáculos ‘Trilogia della Villeggiatura’ de Carlo Goldoni y ‘Voces desde el interior’ de Eduardo De Filippo. Ambas las presentamos con éxito en Madrid, en los Teatros del Canal. Nápoles y Milán son, por diferentes aspectos, las ciudades más teatrales de Italia.

 

¿Por qué este texto y por qué ahora, en 2018, a sus 59 años?

Por muchas razones, comenzando con una especie de deuda de gratitud que siento hacia Louis Jouvet, un verdadero gigante del teatro europeo. Para mí ha sido de gran importancia haber leído y divulgado sus libros y sus escritos con avidez. Después de tanto tiempo, me pareció necesario que llegara el momento de tener un encuentro directo con él.

¿Qué significa Louis Jouvet para el teatro europeo del siglo XX? ¿Y qué puede enseñarnos hoy, a los que se dedican al teatro y a los que no?

Jouvet fue uno de los mejores actores y directores del siglo XX. Culto y al mismo tiempo popular, como lo fue, por ejemplo, Eduardo De Filippo. Sus conferencias sobre el ‘Don Juan’ de Molière celebradas en el Conservatorio de París en 1940, de las cuales Brigitte Jaques entresacó las siete escenas fulminantes de las que se compone ‘Elvira’, son un ejemplo de cómo una experiencia real de trabajo puede convertirse maravillosamente en un estímulo para la reflexión, una oportunidad para el cuerpo a cuerpo con un personaje revelado en vivo para el público.

¿Lo de Brigitte Jacques es “solo” una elaboración dramatúrgica de las lecciones de Jouvet o da otra vuelta de tuerca al sentido de la profesión de actor?

El texto es la transcripción fiel hecha por Brigitte Jacques de las conferencias impartidas por Louis Jouvet a sus jóvenes estudiantes, esbozadas en su momento por Charlotte Delbo. Cuando Jouvet se dirige a los estudiantes y dice: “habrás aprendido algo el día que hayas tenido esta revelación interior de lo que eres en relación con lo que haces”, está hablando de la vida, no solo del intercambio de conocimiento. Es una lección moral muy elevada. ‘Elvira’ aparentemente está dirigida a gente que se dedica al teatro. En realidad, las lecciones de Jouvet llevan a la audiencia a un teatro cerrado, como para espiar, entre el público y el proscenio, a un maestro y un alumno dedicados a un momento particular de estudio sobre la creación de un personaje. En un intento de construir un alfabeto de sentimientos, ciertamente establecen una relación con su oficio, pero aún más definen y proponen una forma de estar en el mundo. Ofreciendo así a los espectadores lo que podríamos llamar un antídoto para nuestros tiempos apresurados.

¿Llega una edad en la que un actor puede dejar de formarse? ¿O preguntarse sobre su trabajo forma parte del trabajo hasta el final?

El teatro es una experiencia colectiva en la que el trabajo del individuo se nutre del encuentro con otros caminos, del intercambio continuo. Creo que este proceso de formación y creación nunca puede ser interrumpido.

No hay muchos actores que piensen y teoricen sobre lo que significa actuar. ¿Es complicada esa relación, pensar-actuar, como si fuesen filósofos de sí mismos?

Creo que para un actor, antes que nada, es necesario cultivar una cultura personal y una disciplina que proporcionen herramientas efectivas para medirse con un texto. En el caso de ‘Elvira’, se puede encontrar un rigor que tiende hacia la poesía, no genérico: rigor y profundización que tienden a la incandescencia.

A lo que Brigitte Jacques aporte al legado de Jouvet, se suma aquí lo que usted haya puesto en juego con su visión desde la dirección. ¿Cuál es el objetivo primero y principal de su puesta en escena?

Jouvet dice claramente que no es la actuación lo que genera el sentimiento, sino que es el sentimiento el que, en ese momento, genera la actuación. Me parece necesario proponer la visión poética de este gran hombre en el momento en que subraya el motivo eterno ligado al teatro: el lugar en el que uno se pierde a sí mismo.

Estar dentro y fuera, dirigiendo y actuando, ¿lo hace más fácil, por esquizofrénico que parezca?

Ciertamente no es fácil. Soy un actor, fundamentalmente, un actor capaz de ponerme al servicio de los autores, los textos y los personajes, a quienes personalmente puedo elegir y montar con mi compañía en el teatro. Más que un director de orquesta, me siento como el primer violín de una gran orquesta.

Supongo que no deja de relacionarse con actores jóvenes, los que empiezan. ¿Hay demasiado ruido alrededor de la profesión de actor hoy como para concentrarse en lo esencial o esto siempre ha sido así y forma parte del aprendizaje?

Teatri Uniti, mi compañía, siempre ha reunido actores de varias generaciones. Presto mucha atención a la composición del elenco para cada espectáculo que ponemos en escena. En ‘Elvira’, para el papel de Claudia (estudiante del tercer año del Conservatorio de París en 1940), elegí a Petra Valentini, una muy buena actriz de Ancona, que se graduó hace unos años en la Escuela Cívica Paolo Grassi de Milán. El joven Davide Cirri sigue siendo un alumno allí y es de Palermo, como el otro jovencísimo intérprete, Francesco Marino, que es alumno de la Escuela del Teatro Stabile di Torino. Creo que la profesión de actor no se entiende bien, se concibe de manera confusa. Realmente es una profesión peligrosa, si queremos, porque te obliga una y otra vez a enfrentarte contigo mismo. Es exactamente lo contrario de la obviedad, del cinismo, de las cosas fáciles que hoy parecen estar tan de moda.

¿Debe tomarse el actor el teatro como algo sagrado, en el más amplio sentido del término?

El actor, simplemente, debe tener en cuenta que en el teatro estamos allí, vivos, para oficiar un ritual con el público en un tiempo existencial compartido.

¿En el caso del cine es igual o ahí uno se permite ser más mercenario y dejarse en manos de toda esa gente que participa en una película?

En el cine no hay desarrollo; se repite una escena hasta que el director secuestra ese momento que luego se arregla y nunca volverá a cambiar. La relación entre el teatro y el cine radica en la conciencia de una síntesis: el cine captura, el teatro da.

¿Cómo era todo esto en los 70, cuando usted empezaba, qué ha cambiado en su profesión fundamentalmente?

Cuando yo empecé y formé mi primer grupo de teatro con otros chicos de mi edad, esperaba que me sucediera lo que luego me sucedió y lo que me sigue sucediendo. Por eso, el mejor consejo que puedo darle hoy a los jóvenes es que se unan para trabajar juntos.

¿Quiénes fueron sus maestros al principio y quiénes lo son o lo siguen siendo ahora?

En un diálogo a distancia, reconozco a Luis Jouvet y Eduardo De Filippo. Luego dos grandes actores italianos y directores con los que tuve la suerte de trabajar en el escenario y en la pantalla: Leo De Berardinis y Carlo Cecchi. Pero la experiencia de Teatri Uniti ha sido y sigue siendo muy importante por la confrontación que ha supuesto para mí con diferentes personalidades, empezando por Antonio Neiwiller (actor, director y dramaturgo italiano que murió en Roma en noviembre de 1993).

Oiga, lo del puro apagado entres sus dedos… ¿manía, superstición?

Me gustaba fumar, pero lo dejé hace años y el puro apagado me ayuda.

Estará 3 o 4 días en Madrid, en plena primavera. ¿Qué le gusta de nuestra ciudad?

Madrid es una ciudad bellísima y muy animada. La conocí cuando era joven, que vine a actuar en el Teatro Español, en Plaza Santa Ana, a principios de los años ochenta con ‘Eliogabalo’ de Memè Perlini, y luego a menudo he vuelto como actor y director con los  montajes de Teatri Uniti. Siempre me encanta venir.