Crítica: Entreactos

Publicada en Time Out Madrid el 12 de noviembre de 2014

Tiene un punto de amargura esta obra, una especie de tristeza civilizada, que me hace acordarme irremediablemente de aquella célebre canción de Pata negra: “pasa la vida, tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida”. Pero no se me asusten, no estamos ante un drama y mucho menos ante un dramón. No, Entreactos es una comedia amable que plantea el viaje emocional de dos personas desde que se conocen hasta que se despiden para siempre, y ambos actos, pequeños y casi furtivos, suceden en el mismo sofá. Eso sí, pasan 10 años entre uno y otro y las miradas tienen una fogosidad muy distinta. La primera es de mascletá; la segunda de brasa que todavía enrojece cuando soplas, pero que se apagará en breve, dejando paso al frío del olvido.

Principio y fin de una relación de pareja apuntada en 9 escenas. Dos seres aparentemente muy distintos, dos polos opuestos que se atraen. Una es artista, Elena (Irene Arcos). Para ser exactos es maga, habita el reino de la ilusión, aunque a sus 30 todavía no encuentra la pista para el despegue definitivo. La otra es mujer de oficina, Julia (Sara Martín). Se apunta su dedicación al marketing, pero su trabajo no parece tener tanto peso en el devenir de la relación como el de Elena. Los autores se decantan por el romanticismo de la magia, mientras que el trabajo de Julia lo usan solo para decirnos que ella es pragmática y estructurada en contraposición al caos. Elena es una tía de modos macarras atenuados, de vaquero y camisa por fuera, cerveza en mano perenne. Julia es botín, media tupida, vestido oscuro, seriedad. Todos esos trazos están para que sus personalidades, que poco a poco vamos conociendo con pinceladas certeras, echen por tierra los prejuicios adquiridos por la apariencia.

Diez años en nueve escenas. Nueve escenas en la vida en común de dos personas elegidas y escritas con mucho tino, sin fuegos de artificio, con concreción y eficacia dramatúrgica. Un principio mágico, como todos los principios de las historias de amor, con su toque de casualidad y sus puntos cómico-patéticos. Una primera cita. Un vente a vivir conmigo, ay no sé es que tengo miedo de cagarla. Un por qué no nos casamos y para qué queremos casarnos si ya tenemos todo lo que queremos. Un me gustaría tener un hijo y a mí también. Una de estrés y erosión con crisis de pareja al fondo… en fin, todo eso que casi todo el mundo conoce. Y ahí está la virtud de esta obra. Quizás hayamos visto mil y una historias como esta, pero es que nos pasamos la vida intentando saber cómo relacionarnos con los demás y por eso, cuando esas historias están bien escritas, nos sirven para mirarnos a nosotros mismos y quizás pulir alguna de las respuestas que manejamos al sentido de nuestras vidas.

En definitiva, una obra bien escrita y bien interpretada. Porque Irene Arcos y Sara Martín otorgan una generosa humanidad nada forzada a sus personajes y consiguen que, en algún momento, seamos ellas y hablemos con sus voces y digamos sus palabras. A unos les tocará porque acaban de conocer a alguien del que parece que se están enamorando, a otros porque lo acaban de dejar. Y a otros porque tienen hijos pequeños y, por encima de todo, lo único que quieren es dormir. Ah, y sí, son dos mujeres. El teatro es el mejor termómetro social y es una delicia ver historias de amor que están por encima de la condición sexual de sus protagonistas. La obra derrota al prejuicio, al intentar ver en una lo masculino y en otra lo femenino. Las dos, Elena y Julia, están hechas de lo que estamos hechos todos, hombres y mujeres, con su relieve y su contradicción, y esa normalización es un orgullo del que podemos jactarnos como sociedad.

IMG_0251.JPG