Amor mío, corazón de otra

Mi tentación. Mi fantasía. Lanzar el Iphone a la M-30 desde el Puente de Ventas. Lanzarlo con auriculares y todo.

Con una canción sonando.

Pongamos la canción Money, del grupo alemán de punk para adolescentes The Vageenas.

Lo único que quiero es ver cómo cae el Iphone sobre un coche y el golpe hace que el conductor pierda el control sobre el coche y el coche pierda su trayectoria recta e invada otro carril provocando un choque múltiple.

Lo único que quiero es ver volar los coches como en esa serie alemana de policías en la que vuelan y explotan y se queman diez o doce mercedes y audis en cada capítulo.

Tirar el Iphone como se tira una piedra desde la orilla hacia mar adentro.

Y a ver qué pasa.

Eso que no se para nunca, la M-30.

¿Por qué?

Porque esta mañana me he despertado tarde, como todos los días. Y llevaba el mando a distancia todavía en el bolsillo del pijama. Y he puesto la tele antes de sacarme las legañas de los ojos. Y… ¿Te gusta la política? ¿Has pensado alguna vez que eres capaz de resolver problemas comunitarios? Ya está en marcha el casting para el nuevo concurso de la 8. Democracia Real.

Democracia Real.

Un pueblo del Pirineo aragonés recién repoblado necesita un alcalde o una alcaldesa.

Democracia Real.

¿Te atreves?

¿Quieres ser uno de los diez aspirantes?

Democracia Real.

Llama al 905151515. Sólo uno conseguirá la vara de mando.

Y cuando mi boca ya no podía abrirse más, ha sonado mi Iphone. Era mi hermano.

Hermanito, me acabo de levantar, no puedo ni hablar.

Además… espera… me he despertado con una frase pegada: la vida es una secuela.

No sé qué estaría soñando.

¿Y qué quieres?

Y sí, me soltó así de golpe que papá había muerto.

Que papá ha muerto.

Y la tele… Democracia Real.

Que papá ha muerto.

Y yo que me separo el móvil de la oreja y lo miro mientras me tapo la boca horrorizada, con las lágrimas asomándome. Y busco la cámara del móvil y la pongo en marcha para grabar mi dolor.

Y sin dejar de mirar a la cámara sollozo, grito, me desencajo, me caen los mocos y me los subo. Me tranquilizo.

La cámara de mi Iphone registra todo lo que hago y digo.

Mi padre ha muerto. Cuando alguien muere todo el mundo llora. Sentimos una honda pena por la pérdida. Los restos mortales encontrarán pronto acomodo bajo la tierra. El descanso eterno.

Hago una pausa.

¡Oh, papá! Unos se van y otros se quedan. Todas las vidas son una secuela. Papá era siempre muy atento conmigo. Supongo que un hombre que tiene un hijo y una hija vuelca en cada uno de ellos un deseo personal cumpliendo a raja tabla los tópicos. El chico era su ojito derecho, soñaba con tener en él un digno sucesor al frente de la pequeña empresa que había consolidado con los años hasta introducirla en el meollo del sector. Ella… ella es su niña, candorosa y pulcra, buena estudiante desde siempre. La ve valiente al frente de una familia moderna donde ejerza por derecho la profesión para la que se ha preparado y el mandato natural de la maternidad.

Qué fastidio de flashbacks.

El chaval no tiene la menor intención de trabajar en la empresa de su padre, nunca lo ha hecho, le repugna incluso. Juanito se pasa la vida a dos metros por debajo de la moral imperante. Le repugnan muchas cosas, pero nada le repugna más que el próspero negocio de papá. Y ella, la niña, es un cero a la izquierda, es la división, la resta, la constante sin ecuación. Una seta. Estable en su cerco húmedo, a la sombra de las raíces. Ignorada.

Papá se ha ido comiendo con sabia lentitud todo lo que la vida de sus dos hijos le ha ido dando como se le daba a los niños aceite de hígado de bacalao.

Papá come lo que nosotros le damos, lo mastica bien, lo sintetiza mejor, lo lleva siete metros de intestino más abajo, lo deja escabullirse y, todo lo más en tres horas, ha tirado de la cadena.

A papá se la pelan sus hijos. Renunció a sentirse defraudado.

Y con la renuncia se le fueron sus reservas de orgullo.

Papá ha visto degenerar las perspectivas puestas en sus hijos y ha pensado que lo mejor es dejarlos en paz, desaparecer como padre.

¿Lo fue alguna vez? ¿Fue marido? ¿Fue alguien?

Darte cuenta un día de que nada de lo que tienes es lo que habías deseado es como sentir el filo brillante de una daga que te corta el pene limpiamente.

Esto lo filmaría bien un japonés, ¿que no?

No siempre ocurre. Que te des cuenta de eso, que tu vida es humo. A veces la venda no te cae de los ojos hasta el mismo lecho de muerte. Entonces caes en la cuenta. Y por miedo a empalmarte rodeado de tus familiares y de su dolor, te encomiendas a dios como última muestra de hipocresía.

Papá ha muerto. Llevaba varios días hospitalizado, dice Juanito. ¿Tú lo sabías? Pregunta Juanito. ¿Y por qué no me dijiste nada, joder? Se enfada Juanito.

¡Oh, papá! ¿Eres tú el que congrega semejante gentío en un funeral?

Mi padre era amigo de sus amigos.

El mejor padre que pueda tenerse.

Un marido ejemplar.

Un hombre trabajador.

No puedo seguir… la emoción me embarga.

Todo esto sin dejar en enchufarme con la cámara de mi Iphone.

Y la tele ahí sigue, con lo suyo.

¿En qué año entraron los árabes en la Península Ibérica? 711. ¡Correcto! Aplausos. Ya es usted uno de nuestros magníficos. Más aplausos.

Me voy vistiendo, me peino y me maquillo. Lo grabo todo. Me nace un discurso extraño desde dentro.

No os he dicho nada. Qué despiste. ¿Os quedáis a cenar? Mi padre nos enseñó que hay que ser hospitalarios por encima de todo. Aunque eso signifique joder tu momento íntimo. Lo decía así, ¿eh? Literalmente. Yo podría ser actriz. ¿Por qué no? Mi hermano dice que para ser actriz hay que tener un gen tonto. Pero yo no lo veo así. ¿Quién no está loco por pasar a la historia? Lo mismo da que seas tonto, que actor, que escultor, que terrorista… Muchas gracias por tus palabras, querida, son palabras sabias y sinceras. Gracias a vosotros. Zapping. Cada cosa que me pasa es más maravillosa que la anterior. Gracias de veras. Es un papel maravilloso, un bombón de personaje, un sueño hecho realidad. Zapping. Zapping. Zapping.

Cogí el bolso, las llaves y salí de casa, siempre enfocándome a la cara con la cámara del Iphone.

En el buzón había una carta, un sobre blanco tamaño cuartilla en el que sólo ponía Para Juanito. Lo metí al bolso y salí en busca de un taxi. Era la letra de mi padre y no lo iba a abrir, obviamente.

Y en el taxi, buenos días, buenos días. Al Ramón y Cajal, por favor, todo la rápido que pueda. Mi padre ha muerto. Entonces no se preocupe. ¿Por qué los taxistas intentan siempre iniciar una conversación? Yo sólo quiero mirar por la ventanilla con esa pose melancólica…

Y la radio del taxi. La cumbre de los 150 países más pobres del mundo se clausura en Sri Lanka sin alcanzar un acuerdo de mínimos en los asuntos tratados. Dos futbolistas de la Premier League ya han declarado que donarán un dos por ciento de su sueldo anual bruto a una ong que desarrolla programas de educación en el Tercer Mundo. ¿En todo el Tercer Mundo? Joder. Los padres de la niña Azucena Barnatán, de 12 años de edad, han denunciado a dos compañeras de instituto de su hija que, al parecer, la encerraron en el vestuario del gimnasio y la obligaron a desnudarse, sometiéndola a todo tipo de vejaciones mientras una de ellas lo grababa todo con la cámara de su teléfono móvil…

La muerte es un buen reconstituyente, dice el taxista.

Sí, lo sé, respondo. Los laboratorios andan detrás de la fórmula.

Eso con Franco no pasaba.

Eso decía también mi padre. ¿Pero usted es sudamericano, verdad?

Le acompaño en el sentimiento, señorita.

¿Sabe cuándo se construyó la M-30?

Yo tampoco.

Ahí nos tragó la M-30 y hubo un silencio largo largo. De minutos. Casi habíamos llegado al hospital cuando el taxista volvió a la carga.

La vida es así, señorita.

Señora.

Usted perdone.

¿Decía algo?

Que hoy nacemos y mañana nos morimos.

Y yo con la pose melancólica, con la cámara del Iphone grabándolo todo.

Papá. Papá. Y la palabra que se eterniza en el lamento. El lamento es un tobogán, la palabra un niño. El tobogán es muy largo, no termina nunca. La palabra baja y sube, sube y baja. Papá á á á. Papá á á á. Luego el grito desgarrado. El que rompe las cuerdas vocales, ese también es muy típico. Pero sólo sale dos veces en la vida: cuando muere tu padre y cuando muere tu madre. ¿Pero qué arreglamos llorando? ¿Produce endorfinas o qué? Y lloras aunque no quieras.

Se desperdician muchas lágrimas.

Mi madre estaba hundida en lágrimas. Hubo que abrazarla.

Traté de encuadrarnos bien mientras nos abrazábamos.

Soy muy tonta, nena, soy muy tonta, repetía mi madre.

Soy una desgraciada, toda la vida una desgraciada, nena… una desgraciada. Y llorando como una niña.

Y yo, pero qué dices, mamá, qué tonterías estás diciendo.

Y mi madre que me mira el Iphone y me mira a los ojos y por un momento deja de esnifar mocos propios. Pero vuelve a abalanzarse sobre mí y me cubre con sus brazos los hombros y con sus babas el cuello.

Tranquilízate, mamá.

Cómo voy a tranquilizarme si se ha muerto tu padre y yo no tenía ni idea de que estaba enfermo.

Yo sí lo sabía, pero no le di importancia. No se le veía mal. Pensé que tú también lo sabrías.

Mi madre me miró atravesándome, pensando en otra cosa claramente. Luego me dio un empujoncito y se largó. Voy a echarme un rato, dijo.

Y yo allí en un pasillo del hospital, que ni sabía dónde coño estaba mi padre. Lo del depósito de cadáveres me suena a serie de criminólogos.

Plano secuencia. Me siento. Saco un libro. Una novela romántica, pongamos.

Amor mío, corazón de otra. Es el título.

Me encanta leer, como a todas las mujeres. Me gustan las novelas románticas. Hace poco empecé con esta novela.

Y la enseño a cámara.

Leo varias páginas al día y bebo cocacola cero al mismo tiempo. Por cierto, voy a por una cocacola.

Y me persigo con el objetivo mientras camino hacia la máquina.

Las cocacolas y las novelas románticas me han abducido durante varias tardes. Pero de repente me enganché a un chat en el que cada día conocía a una persona distinta que me contaba su vida. ¿Y tú qué sueles leer? ¿Yo? Novela romántica. ¿Conoces los cuentos sufís? No. ¿Te apuntas? El miniclub de lectura está abierto a cualquiera. ¿A cualquiera? Bueno, no exactamente, tenemos un requisito. ¿Cuál? Haber resuelto un solitario chino en menos de dos minutos. Conocí a un tipo que decía que estaba viviendo el sueño de su vida, porque tenía once amantes, siete tíos y cuatro tías. Amigos. Relaciones sin compromiso, es lo último. ¿Lo último? La verdad es que me tentó el muy bribón (y aquí unas risas jocosas de complicidad con la audiencia). A punto estuve de quedar con él y convertirme en su quinta amiga. Hoy un joven impetuoso. Mañana una mujer de tu edad con la que compartir la experiencia. Una mujer de tu edad… suena como si tuviera sesenta años, y total, no son más de cuarenta. Un día un concurso de sobremesa. Otro día una serie policiaca. Hay que quedar con todos los amigos al menos una vez al mes. Y ya probé la comida japonesa, por cierto. Compré sushi congelado después de pasar por la tienda de muebles y antes de pararme en Zara. ¿De verdad las bolsas son ecológicas? ¡No!

Del grito que di, un par de enfermeras vinieron a preguntarme si estaba bien.

Y también me dijeron que si esperaba a alguien.

A mi padre, dije yo.

Ah, vale, dijeron las enfermeras. Y se fueron.

Me va a tocar ir al cementerio, le dije a la cámara de mi Iphone, retomando el discurso.

Ya que le llevo flores a mi padre, aprovecho y veo el monumento del atentado. Y están también mi abuela y su vecina, que se murieron de golpe las dos y las enterraros juntas. Ya no hay amistades así.

Hice una pausa para las risas y me dispuse a leer.

Antes, miré a la cámara: ¿quién es mi cámara? Le pregunté como si le preguntara a mi bebé ¿quién es mi bebé?

Todavía no me he grabado leyendo. Así soy.

Y leyendo me quedé hasta que pasados unos minutos empecé a escuchar un parlamento que se iba acercando cada vez más. La voz me resultó familiar al cabo de unos segundos y supe que Juanito estaba hablando por el móvil a voz en grito, para variar, con esas risotadas. No se puede ser más maricón.

Al rato pasó por delante de mí y siguió caminando hacia el otro extremo del pasillo. Lo enchufé con mi Iphone. Escuché y grabé su conversación.

Tengo que dejarte, me está entrando una llamada. Sí, será un cliente, el amor anymore, darling. A ver si este me pone un piso. Mañana te llamo.

Cambió el tono de voz y su cuerpo-saco-de-huesos dejó de estremecerse como una anguila.

¿Sí? Hola, eres tú. ¿Qué tal estás? Va a ser verdad que te he gustado. Yo encantado, ya sabes. Pero yo te diría que probaras con otros, ¿eh? Hay que probarlo todo en esta vida… Ya… Hay gente para todo, ¿sabes? Te lo digo por experiencia… el que llama quiere sexo y sólo sexo, no te hagas conjeturas, cariño… Pero qué más da… Claro… ¿Y? Y nada, qué quieres que te diga… Pues mira, si tienes morbo o algo te cuento, total, pagas tú… He salido con muchos clientes, nos vamos por ahí de garitos, a vivir el exceso, ¿qué quieres que hagamos? Luego todos se olvidan de mí, yo soy un trámite, cariño. Te lo chupan todo y a otra cosa. Esto es así… ¿Que no lo entiendes? ¿Tú de dónde sales?

Sí, para una vez que me quedé escuchando a mi hermano, grabándolo además con el móvil, voy y me entero de que es puto. Grabar las cosas tiene mucho peligro. O al menos grabarlas sin prepararlas antes. Mi hermano siguió hablando con su cliente. Pero no sé qué cojones le pasó que al final me tuve que levantar y empujarlo hasta la calle, porque se puso a gritar cada vez más, en plan chungo, diciendo unas cosas tremendas que se han quedado grabadas en mi teléfono.

¡Yo que voy a sentir! Yo no siento nada… Nada… Nada… ¿Tú quieres quedar conmigo? ¿Te apetece descubrir cosas? Cuándo te vienes, venga. ¿Que dónde te voy a llevar? Primero te voy a llevar a un parque que conozco y te vas a follar al primer tío que te mire. Luego vamos a ir a un garito que vas a entrar en plan daddy y verás cómo te follas a chavales de 16 muy bien vestiditos. Algunos vienen con los padres y se lo montan juntos. Podemos ir al Eagle, a subirte en el potro, para que te rompan bien el culo. Nos metemos en el cuarto de las morsas, los putos gordos que van a aplastarte la polla con su carne grasienta. Y de ahí a por un par de musculocas y al ático. En el ático hay una piscina y un tío dentro. Tú llegas, meas encima del tío, y la piscina se va llenando entre unos y otros. ¿Qué haces? ¿Te estás pajeando? …Por favor… ¿Mi voz? Anda ya… de qué árbol te has caído tú… no me jodas… Sí que vamos a quedar, sí, y te voy a llevar a un sitio que jamás vas a olvidar… Es un palacete de gente millonaria con títulos de nobleza y todo eso, con dinero hasta reventar… Sí, tienen una perrera llena de perros que drogan para empalmarlos… Sí, efectivamente, se dejan follar por perros cocainómanos… ¿Quieres más? ¿Quieres niños? Te puedo conseguir un niño famélico para zurrarle… ¿Quieres quedar conmigo o no? ¿De verdad te gusta mi voz? ¡No me jodas, machote, que a mí no me vas a conquistar como a una tía imbécil!

Ahí colgó.

Estábamos en la calle, en los alrededores del hospital.

Juanito, enfurecido, resoplaba dando vueltas sobre sí mismo.

¡Mi padre se ha muerto, imbécil! Le dijo a su teléfono.

Yo lo seguía grabando todo con el mío. Entonces Juanito me miró y se paró en seco.

¿Qué haces?

Nada

¿Qué haces con el móvil?

Grabarlo todo.

Estás loca, Carol. Y volvió a entrar en el hospital y me dejó a mí allí, plantada.

Le grité: ¡Tienes una carta de papá!

Juanito giró 180 grados, volvió junto a mí, tendió la mano, puse el sobre en su palma y se volvió a ir.

Yo me quedé mirando los coches pasar por la calle de enfrente. Una sirena. Los bomberos a toda prisa. Algo se estará quemando, le dije a la cámara de mi Iphone. Una vez vinieron los bomberos a mi casa, una mañana que estaba sola. Pero no se estaba quemando nada. Subieron cuatro bomberos y entraron en mi casa como un ejército hasta la cocina. Luego volvieron a salir, tal cual. Adiós señora. Y yo con los pezones como quicos gordos. Estaban de calendario. Estaban para gritar. Pero no me apagaron el fuego. Y mi padre se ha muerto.

Cuando volví al interior del hospital y ya enfilaba el viejo pasillo, cámara en mano como un cineasta independiente, vi al fondo a mi hermano echándole un brazo por encima a mi madre. Se alejaban y yo los seguí a una distancia prudente. Atravesaron una de esas puertas de hospital que parece que te llevan a otra dimensión.

Ni se dieron cuenta de que yo estaba detrás de ellos.

Ahí está, dijo mi madre señalando la ventanita de una puerta acerada.

Juanito entró y yo tras él, sin dejar de grabar.

Entra tú también, Carol. Ya estoy entrando, mamá, tú vete a descansar. Y se fue mi madre.

Y ahí estaba  mi padre, de cuerpo presente. Ahí entendí la dimensión completa de la expresión estar de cuerpo presente. Mi padre es sólo un cuerpo. ¿Qué podemos decirle? Es una gilipollez.

Pero mi hermano se puso a hablarle, como si le pudiera escuchar.

Mi hermana me ha dado esta carta que dejaste para mí en su casa. Ni siquiera te has atrevido a dármela personalmente. ¿No sabes dónde vivo o qué? Pero ya… qué más da. Te has muerto y teníamos la misma relación que dos primos lejanos. En fin… No la he leído todavía, lo quería hacer ahora, por tenerte delante al menos. Muerto pareces menos cobarde.

Hola hijo. A estas alturas debes estar de vuelta del cementerio. Quizás andas por ahí de parranda…

Pues sí, de parranda, ya me ves.

…de parranda, con tus amigos. Y digo bien, tus amigos. Ya dejé instrucciones precisas para que esta carta te llegara una vez que yo estuviera bajo tierra…

…sólo muerto y enterrado me atrevo a hablarte así, ya ves lo que ha sido tu padre. Pero si algo va a quedar de mí en este mundo son mis hijos. Tu hermana no tiene arreglo, qué quieres que te diga, repetirá los modelos aprendidos y será un eslabón más en una larga cadena totalmente anodina…

Mi hermano hizo una pausa y me miró.

Madre mía, no tenía ni idea de nada el pobre, dije yo.

…pero creo que en ti puedo percibir eso a lo que se le puede llamar mi proyección de futuro. No te sorprendas. Nunca he visto con buenos ojos tu forma de vida, lo sabes, pero eso no me ha impedido percibirte como algo sólido y coherente. Llevo tiempo enfermo y lo he tratado de ocultar todo lo posible. Ni siquiera tu madre ha sabido de mis visitas a varios médicos. Hace años que sé que me estoy muriendo y sé que el momento está muy cerca, ahora ya demasiado cerca. Es cuestión de días. No me preguntes por qué lo he ocultado, porque para empezar no te voy a poder responder. Aunque… qué tontería, el por qué es esta carta. En verdad, he estado ocultando cosas durante toda mi vida, me he ocultado totalmente, entero. Lo que ha vivido ha sido un símil de mi personalidad, pero no mi personalidad real. No te voy a aburrir con metafísica…

Mi hermano amaga una carcajada. Me mira. Mi padre el metafísico, digo yo.

…así que iré al grano. Empezaré copiándote unas líneas que leí hace no mucho. Todos vamos dejando los sueños en ficheros infinitos donde muchos se olvidan y otros son revisados periódicamente. Algunos incluso con cierta asiduidad. De repente, llega el día en el que te encuentras con un cajón vacío o una carpeta vacía. Quizás hemos cumplido un sueño. O quizás nos hemos rendido. Yo siempre he sabido lo que eres, Juanito. Siempre he sabido que eres homosexual, porque yo también lo soy. Y lo soy ahora, en presente. Sí, lo he sido toda la vida, desde que nací probablemente, pero sólo ahora me he querido escuchar. No te voy a contar cómo eran los tiempos en que crecí y me hice adulto. Renuncié a ser un salmón a contracorriente con la zarpa del oso siempre silbándome en la oreja. He vivido 62 años engañándome. Pero todo acabó hace un par de meses. 62 años pensando en hombres cuando me masturbaba en los baños de caballeros. Y tan sólo hace un par de meses un periódico se quedó abierto frente a mí. En ese instante empezó mi cortísima nueva vida. Intensa nueva vida. En el instante en el que escuché su voz por primera vez, supe que ya me podía morir tranquilo. El primer día fue absolutamente maravilloso. Nunca había sentido nada igual. Sentí una alegría inédita. Jamás pensé que podría ser así, me enamoré en ese mismo instante. Te resultará muy increíble, pero yo nunca he sentido eso que llaman enamorarse, ese patrón típico: la alteración nerviosa, la inquietud anormal, el palpitar constante, el cosquilleo en el estómago, el salivar con sólo pensar en su nombre…

Manda cojones, dice Juanito.

…yo no entendía nada de eso, hijo, simplemente un día me crucé con una mujer, me la follé quince o veinte veces, quizás 25, no más. En dos de esas ocasiones llegaron los embarazos de tu madre. Siento decírtelo así, entiendo que no te hará mucha gracia, pero qué puedo hacer. Lo acabo de entender todo y no es plan de intentar arreglarlo a estas alturas, porque me voy a morir. He querido ser el mayor de los egoístas y dejar las cosas claras antes de irme. Quizás sea bueno, ¿no crees? Incluso para vosotros. Bueno, la verdad es que tu hermana y tu madre no tienen por qué saber nada. Esto es entre tú y yo…

Cosa de hombres, dice Juanito mirándome.

…queda entre tú y yo que he vivido los dos últimos meses de mi vida enamorado de un joven al que realmente no he conocido físicamente, tan sólo por su voz, su cálida voz, cercana, su voz que me erizaba el cabello cada día que hablaba con él, porque quise hablar con él casi cada día, y conseguí que accediera…

No puede ser, dice Juanito, perplejo.

…al principio fue difícil, pero creo que finalmente él también estaba ilusionado y ya habíamos compartido fantasías de todo tipo, y no sólo me refiero a lo sexual. Incluso habíamos concertado ya una primera cita y le iba a proponer largarnos juntos de viaje a alguna isla y pasar una especie de luna de miel. No te rías, suena cursi, lo sé, pero me siento tan dichoso, Juan, hijo mío, no te lo puedes imaginar…

No, no me lo puedo imaginar, hijo de la gran puta, dice Juanito con la expresión dolida, mientras se le inundan de lágrimas los ojos.

…quería verlo a toda costa, una vez al menos antes de irme al hoyo. Sabía que tenía que darme prisa, que esperar mucho podría significar no verlo jamás. Qué duro se me hace ahora esto. Y lo que tú estarás pensando… En fin, Juan, hijo mío, menos mal que no has querido ser como tu padre. Disfrútalo, enamórate y sé feliz. Hazlo por mí también. Yo te he querido más que a nada en el mundo y lo seguiré haciendo hasta el día que me muera. Hasta siempre, querido hijo mío.

Juanito deja caer los papeles al suelo, su cuerpo se encorva y se estremece por el llanto. La postura, que encuadro con la cámara perfectamente, es como la de un simio antropomorfo. Parece que ha retrocedido en la evolución humana… mi hermano… que se ha enterado de que su padre es tan maricón como él. Enfoco los papeles caídos en el suelo. Mi hermano sigue llorando en posición mono y yo enfoco el final de la carta, la posdata, que se le ha olvidado.

Ah, posdata: me gustaría pedirte una última cosa, mi última voluntad podría decirse. Este es su teléfono: 677443790. Llámale. Yo creo que os podéis llevar bien.

Y digo entonces, con una alegría inusitada: voy a llamar al novio de papá.

Marco los números en la pantalla táctil. Espero.

Suena un móvil en el bolsillo de Juanito.

Juanito comienza a vomitar. Sale de la habitación de papá vomitando. Recorre todos los pasillos del hospital vomitando.

Yo he pensado colgarme de una cámara, una de esas que hay en las esquinas de los ministerios.

Pero primero lanzaré mi Iphone a la M-30 como quien lanza una piedra desde la orilla hacia mar adentro.

Y que reviente toda la mierda.

2012