Barbados en 2022

Programa de mano para Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, publicado en noviembre de 2022

 

BARBADOS EN 2022. Pablo Remón

 

En el principio no había nada. Los escenarios siempre están vacíos al principio. Luego llegó un niño-dios y empezó a buscarle nombre a las cosas. Y empezó la obra, la de teatro, no la de dios. La obra, esta obra, como su título, es un lugar, un lugar suspendido en el tiempo, pongamos en 2022. Barbados en 2022. Hubo una estancia anterior en aquel lugar, Barbados, punto de fuga, receptáculo de deseos, horizonte. Barbados en 2017, que entonces se llamó Barbados, etcétera (se estrenó en el añorado Pavón Teatro Kamikaze y luego giró y giró). En el etcétera estaba todo. Venga, ya vale de subterfugios sincopados, que esto es un programa de mano, ni más ni menos. Está el autor y director de la obra, Pablo Remón, y están los dos intérpretes, Fernanda Orazi y Emilio Tomé. Están frente a mí, en la sala de ensayos. Estaban ya juntos antes de 2017 y para alumbrar una obra que luego se llamó 40 años de paz probaban a improvisar o a darle vida a textos sueltos que Remón traía. Pero muchos de esos textos no fueron a parar a aquel montaje y quedaron en el limbo del etcétera. Había algo ahí, descartes preñados de posibilidades. Había algo que, a través de esos textos, los conectaba a los tres con el significado más profundo y despojado del teatro: palabra en el tiempo, juego e imaginación.

Cuando has sido feliz en un lugar, quieres volver, aunque sepas que lo mismo lo mismo no va a ser. Sin nostalgia; volvemos y a ver qué pasa. Total, es como nuestra cabaña en el árbol. Y ahí están, cinco años y una pandemia después. Pero, ¿por qué volvéis?

PABLO: Porque de las obras que hemos hecho, Barbados es la más teatral, en el sentido de que no me la puedo imaginar de ninguna manera en ningún otro formato, y porque es donde más explícito se hace el axioma de que la obra sucede en la cabeza del espectador. Quería volver a mirar la obra, no cogiendo personajes o tramas, que son apenas esbozos, sino cogiendo la obra misma en otro lugar y en otro tiempo y ver qué le había pasado, tanto a la obra como a nosotros.

Barbados, etcétera, la de 2017, eran tres obras breves en una. Barbados en 2022 es un continuo que se deshilacha. Los temas que trata, la pareja, el amor, el desamor… son los mismos ahora, pero son lo de menos. Es la propia transformación del discurso a través del juego teatral lo que la hace interesante. Juego teatral desnudo, con sus costuras al aire, buscando una complicidad con el espectador desde el lenguaje y el humor. Y siempre hacia delante y hacia afuera, como en esa típica imagen onírica en la que los escalones desaparecen tras de ti a medida que subes una escalera, como en un cuadro impresionista que empieza en los detalles y solo tienes un visión general y completa cuando sacas tu vista del pormenor y compras el entendimiento al por mayor. Metateatro lúdico, no teórico, Barbados expulsa el resumen y la exégesis, es más de sensaciones, como un poema.

EMILIO: Volver a Barbados es volver a descubrir cómo hacer la obra, descubrir que hay cosas que demanda y cosas que expulsa, clara y radicalmente. Lo expulsa casi todo, al final se trata tan solo de dos personas practicando el teatro. Y lo que demanda es mucha imprevisibilidad, mucha apertura. Tenemos la sensación de que la obra está llena de tomas de decisiones nuestras, de los intérpretes, segundo a segundo. Eso la mantiene muy viva.

Uno tiene la intención de llenar esta pobre glosa de referencias, teorizar sobre una posibilidad nihilista que tanto Pablo como Fernanda y Emilio expulsan de la conversación; acordarse de Beckett o del teatro del absurdo, o del arte del clown y sus posos tristes. Pero no, igual no hace falta. Se trata solo de mirar y compartir las cuitas de los guerreros en los cuarteles de invierno: cómo limpian sus armas, cómo ejercitan sus cuerpos, cómo repiensan las estrategias.

FERNANDA: Para mí esta obra es el mínimo. Como en Rumbo a peor, de Beckett, está ahí lo tenue, lo mínimo que todavía sigue ahí, a lo que se puede arrojar uno con absoluta intensidad. La intensidad en el teatro no es cuantitativa, no es el tamaño ni el peso de los temas, es otro orden de vivencia. Es vivir cualquier cosa, por tenue o inexistente que parezca, con total intensidad. Y lo más precioso de esta obra es que propone estar ahí y soltarlo todo con ligereza.

Tan ligera, tan tenue, que a veces parece que no hay obra, solo rumores que llegan y generan palabras que construyen mundo a través de la voz y el cuerpo de unos actores. Pero me resisto a pensar que todo sea forma. Que yo me acuerdo de Esperando a Godot y pienso: esa obra es como es porque nació en su tiempo y lugar y en otro tiempo y en otro lugar no podría haber nacido. Y este tiempo y lugar nuestros son también de crisis del lenguaje y de vacíos existenciales, ¿no? Debe impregnar por fuerza la mirada sobre el amor y la pareja, que resuenan al fondo como temas.

PABLO: Algo habrá de todo eso, seguro, pero me resisto a desplegar un programa para mostrar algo y decir pensamos esto de esto y de aquello. Ahí está el mundo de hoy, claro, la belleza de fondo que tiene esta obra está colocada irremediablemente en nuestro tiempo, el tiempo del capitalismo de marcas. Se nombran marcas, se nombra la luz de los supermercados, porque ese es nuestro mundo y es en este mundo donde tenemos que encontrar la belleza, el amor o lo que sea que estemos buscando. Y no hay que separar el teatro de todo eso, como si el teatro fuera un lugar más puro, un lugar donde no existe Ikea ni Mercadona. Todos los temas hay que buscarlos ahí, en ese espacio de detritus de las redes, la información, la desinformación, ese ruido mental que probablemente es mucho más intenso que en la época de Beckett.

Bienvenidos a Barbados, un campo de juego al que todos estamos invitados. Pero no vayan a pensar que esos dos actores están improvisando. Son intérpretes que se divierten pulsando su partitura, un texto que parece escrito del tirón, espontáneo, pero que, muy al contrario, está tan medido y trabajado que todo parece nuevo. ¿Volverán Remón, Tomé y Orazi dentro de otros cinco años? Quién sabe. Barbados podría ser una obra infinita, pero como las islas de la felicidad, conviene tomar distancia de vez en cuando. Hoy les acompañamos en el vértigo de ser arrojados a un mundo donde las palabras lo construyen todo.