Las 7 diferencias

Programa de mano para los Teatros del Canal, publicado en febrero de 2020

 

“Se puede permanecer físicamente durante meses y años en el mismo sitio y ser, sin embargo, un viajero de la velocidad, gente que habita su propio cuerpo y que atraviesa lugares y culturas distantes a miles de años y kilómetros, que se siente en sincronía con pensamientos y reacciones de hombres lejanos por la piel y por la historia”

Eugenio Barba

 

Cuando El Pont Flotant alcanzó la mayoría de edad, en 2018, se atrevieron con su primer espectáculo pensado para disfrutar en familia, una obra que puede ver cualquiera a partir de los 6 años. Si pensamos en esta pequeña retrospectiva que los Teatros del Canal dedican a la compañía valenciana, veremos cómo Ejercicios de amor nacía de las ganas de celebrar el amor y la amistad que les unía, cómo El hijo que quiero tener tenía que ver con el momento en el que sus integrantes empezaron a plantearse la educación de sus retoños, y cómo Las 7 diferencias surge porque hay un tema clave que evidencia la distancia generacional de los que hoy tenemos cuarenta y tantos con la generación de nuestros hijos: la inmigración.

Como dice Jesús Muñoz, uno de los cuatro fundadores de la compañía, cuando nosotros vimos por primera vez a un negro, lo flipamos. Para nuestros hijos la convivencia con otras razas, con otras lenguas, con otras costumbres, está totalmente naturalizada. Por suerte, nuestro pequeño mundo es mucho más diverso. El reto era abordar esta cuestión preservando el lenguaje y la forma de crear de El pont flotant, que ya tiene en propiedad un lugar genuino, propio, síntesis de una manera de entender y hacer el teatro muy personal cuajada a lo largo de estos 20 años. “En una pieza que mezcla mucho la realidad y la ficción, que va de lo más cotidiano a lo más teatral, que juega con la biografía de los actores que se convierte en personajes, era importante alcanzar un lenguaje infantil sin caer en el infantilismo. Al principio nos costó mucho, hasta que nos dimos cuenta de que íbamos a tener personas delante, personas de 6, 7, 10, 12 años cuya mirada va muy por delante de la nuestra en lo que a inmigración se refiere. Su curiosidad y la normalidad con la que conviven con esta realidad, para nada es la nuestra. Decidimos trabajar desde ahí, desde la curiosidad y la naturalidad, y evidenciar las diferencias, porque para ellos la diferencia no es excepcional, forma parte de su día a día”.

Como sucediera con El hijo que quiero tener, el proceso creativo se abrió para dar con los intérpretes ideales, porque si algo tenían claro desde el principio es que querían personas reales que representaran lo que supone la inmigración y las diferencias entre culturas. El elenco lo terminaron conformando, además del 50% de El pont flotant –Jesús Muñoz y Pau Pons-, una peruana, Natalyd Altamirano; Ruba Barua, de Bangladesh; un chino, Zhao Hu; y Seve Junior, de origen africano. Gentes distintas con las que aprender a vivir como iguales. En su afán pedagógico, el montaje se completa con un trabajo de vídeo sencillo, eficaz y divertido que enseguida pone el contexto y abona la fácil comprensión.

La producción echó a andar en Valencia y pronto se comprobó que las intuiciones iban por buen camino. “La inmigración es un tema muy serio –señala Jesús Muñoz- y Las 7 diferencias no aborda esa otra parte, esa otra cara menos amable. Las cuatro personas que están con nosotros en escena han venido a nuestro país por diferentes motivos, pero el final de la historia es bonito, digamos un final feliz. No pensamos que el otro lado de la cuestión fuera pedagógico. Bueno, matizo: no que no fuese pedagógico, sino que nosotros no podíamos abordarlo, no nos sentíamos preparados. Y aún así, algo de todo eso menos confortable que va unido a la inmigración está, está la historia de alguien que tiene que irse de su país a los 13 años para reencontrarse con su madre, a la que no ve desde hace 7”.

En definitiva, se trata de un espectáculo para toda la familia, para llevar a los pequeños y familiarizarlos con esas otras maneras de existir, para explicarles que todos los hombres y mujeres venimos de un tronco común y que al diseminarnos desde África por todo el planeta, hemos ido cambiando de forma y color. Ojos alargados o redondos, labios gruesos o delgados, costumbres llamativas y sorprendentes a las que acercarse con una mirada inquieta y abierta a la experimentación.

Con el Premio al Mejor Espectáculo para Niños y Niñas de los premios valencianos de teatro de 2018, este canto a la curiosidad tiene en el lenguaje del cuerpo, la música, el juego, el humor y la mezcla de las historias reales de los intérpretes con la ficción, sus ingredientes principales, así como una manifiesta intención de reflexionar en familia sobre lo que realmente nos separa y nos une a las personas, sobre cómo nos gusta sentirnos diferentes pero cómo nos molesta luego cuando nos hacen sentir que esas diferencias nos dejan fuera.

Quizás somos islas, pero islas flotantes, como le gustaba decir a Eugenio Barba, “terrenos inciertos que pueden desaparecer bajo los pies, pero que pueden permitir el encuentro y la superación de los límites personales”. La cuestión es tender puentes entre islas, puentes flotantes.