OLYMPUS KIDS

Programa de mano para Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, publicado en diciembre de 2021

 

OLYMPUS KIDS. Agrupación Señor Serrano

 

Si tienen hijos o hijas, sabrán que en algún momento de su tierna infancia se nos habla de las bondades del juego simbólico, aquel en el que objetos cotidianos o los propios juguetes se usan con otro fin para desarrollar en los pequeños la capacidad de imaginar y manejar símbolos que representan la realidad y, así, poder entenderla. O al menos, tener una relación crítica con ella, con esta realidad actual, que tan adulterada se nos presenta tantas veces en nuestra sociedad espectacularizada y mercantilizada. Los mitos griegos serían, dicho muy grosso modo, los juegos simbólicos de la civilización occidental. El mito nos explica, pone luz sobre las zonas sombrías de nuestro ser y estar en el mundo, nos ayuda a decir lo indecible, convierte lo extraño en familiar y mitiga el terror del no saber profundo. “Al vivir los mitos -dice Mircea Eliade- se sale del tiempo profano (cronológico) y se desemboca en un tiempo cualitativamente diferente, un tiempo sagrado, a la vez primordial e indefinidamente recuperable”. ¿Y todo esto para un espectáculo para niños y niñas?

El teatro mal llamado infantil, en su generalidad, ha pecado de simple y excesivamente moralizante. Más que una obra de teatro para niños y niñas, Olympus Kids es un ciclo de dispositivos escénicos que toman la sencillez del mito griego para complejizar, sin miedo, la relación del infante con aquello que le rodea, justo en esa edad en la que abandonamos el irrecuperable estado preverbal. Cuando nos adueñamos del lenguaje, conviene estimular el pensamiento, porque uno se alimenta del otro para los restos. Y si ese estímulo contribuye a adquirir una actitud crítica ante la vida, miel sobre hojuelas. Parece que la época actual nos aboca a una relación tensionada con lo que nos rodea, donde un sistema como el capitalismo quiere morir matando y los que tenemos hijos o hijas no dejamos de pensar en el mundo que estamos dejándoles. Las leyes que vertebran la justicia, o la justicia de las leyes autoimpuestas; el mantra de la igualdad cuando hablamos de hombres y mujeres; la destrucción del planeta que nos llevará a la autodestrucción como especie. Temas enormes que sin temor se enfrentan en las tres piezas que Agrupación Señor Serrano nos trae para ser vividas por los niños y niñas de forma autónoma, sin la presencia de los adultos en la sala. Ellos y ellas y el mito; ellos y ellas y las preguntas. Mayéutica lúdica para menores de 12 años.

Olympus Kids tiene todos los ingredientes habituales del teatro practicado por Agrupación Señor Serrano: maquetas, figuritas, cámaras, pantallas, historias cruzadas, realidad y ficción, performatividad… aunque inaugura una línea paralela y autónoma de trabajo. Pero, como en cualquiera de sus espectáculos, se parte de una relación crítica con la realidad, conjugando elementos discursivos que no se cierran en una visión única de las cosas. Àlex Serrano se dio cuenta de que jugando con figuritas podía explicar algunas cosas difíciles a sus hijos. Luego llegó la pandemia y, en pleno confinamiento, empezó a explicarle los mitos griegos a los compañeros de cole de sus hijos, por zoom, usando estas mismas figuritas y se dio cuenta de que ahí había algo interesante. Pronto entendió que los adultos no podían participar de este ritual, que es una relación como la de profesor-alumno, porque en presencia de los adultos, los pequeños tienen a estandarizar sus respuestas, pues aprenden muy pronto -por desgracia- a ser políticamente correctos.

Los tres espectáculos tienen una estructura idéntica: un performer explica el mito elegido (estupendo y versátil Jofre Carabén, que es capaz de hacer la obra en francés, inglés, catalán y castellano y manejar a un tiempo sonido, imagen, figuritas y debate con los niños y niñas); el mito se combina con otra historia secundaria y luego se le hacen preguntas a los mini espectadores para que se genere un diálogo constante que los ponga contra las cuerdas y les haga darse cuenta de ciertas cosas solo con intentar dar una respuesta unívoca, que casi siempre se antoja imposible.

A partir de la historia de Prometeo, que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres y que por eso fue castigado, combinado con la historia de Frankenstein, se discute sobre las normas, sobre las leyes, sobre qué significa subvertirlas, de si está bien o mal saltárselas, de cuánto está bien hacerlo y cuándo no, si merece un castigo cuando se subvierte una ley para beneficiar a la mayoría, y se habla de pasada de Julian Assange pero sin detenerse mucho a explicar quién es, basta con dejarlos con la duda para que al salir vayan corriendo a preguntarle a un adulto quién es Julian Assange y qué tiene que ver con Prometeo. En Amazonas se cuenta la historia de Hipólita, de cómo abandonó su ciudad y se llevó a las mujeres, porque no se les dejaba decidir por ellas mismas, y fundaron otra ciudad donde vivían ellas solas sin aquella condición de subalternidad, y cómo los pueblos vecinos querían acabar con ellas porque, como buenos conservadores, no querían que las cosas cambiaran y las Amazonas suponían una amenaza. Una historia perfecta para preguntar a los niños sobre las cosas que se supone deben hacer siempre las mujeres, las que hacen ellas y las que hacen los hombres, quién conduce más, ¿papá o mamá? ¿En casa limpia un hombre o una mujer? ¿Al médico nos lleva papá o mamá? ¿Y si tenemos dos mamás? ¿Tenemos un cuidador o una cuidadora cuando nuestros padres no están en casa? ¿Quiénes son las Pussy Riot? ¿Qué pasa el 8M? ¿Sabéis que a veces una mamá gana menos dinero haciendo lo mismo que un papá?

Finalmente, Deméter, que vive aquí en Conde Duque su estreno absoluto, es una metáfora brutal de la voracidad capitalista y de cómo está poniendo contra las cuerdas el planeta. Deméter nos regaló a los humanos la agricultura, pero había que respetar la Naturaleza y que se pudiera convivir en equilibrio con ella. Pero un tal rey Eresictón, Eric para los amigos, se empeñó en hacer una mesa gigante donde pudiera comer junto todo su pueblo, una obra faraónica e inútil digna de cualquier alcalde español, para la que tuvo que cortar todo un bosque de encinas protegido por Deméter, que lo condenó a tener un hambre eterna hasta el punto de que Eric se comió a su hija y se acabó comiendo él mismo. Esta historia se cruza con la de la isla de Rapa Nui y al final con la figura de Greta Thunberg. Una apelación clara al futuro, territorio que esos pequeños espectadores habrán de conquistar de nuevo, pues el horizonte que les estamos dibujando no es muy deseable. A tiempo estamos de disculparnos y trabajar con ellos y para ellos en la imaginación de otros futuros posibles más luminosos.