Crítica: Danzad malditos

Publicada en Time Out Madrid el 29 de noviembre de 2015
Vista en Naves Matadero
Versión: Félix Estaire
Dirección: Alberto Velasco
Intérpretes: Guillermo Barrientos, Carmen del Conde, Karmen Garay, José Luis Ferrer, Rubén Frías, Ignacio Mateos, Nuria López, Sara Párbole, Txabi Pérez, Rulo Pardo, Sam Slade, Ana Talenti, Verónica Ronda, Alberto Frías

Se ven pocos espectáculos como este en Madrid si no es en el contexto de festivales como Madrid en Danza o Frinje. Precisamente gracias a este último nació este montaje de belleza sucia, de plástica impecable, atravesado por una iluminación que crea cuadros para enmarcar y llevar a la sala de claroscuros barrocos de un museo nacional. Se ven pocos espectáculos así, tan impactantes, tan orgánicos, donde se borran los géneros y las identidades, donde vemos a un grupo de seres humanos darlo todo a favor de una comunión artística única.

Basado muy libremente en la célebre película de Sidney Pollack, “Danzad, danzad, malditos”, el montaje se plantea como una competición auténtica, donde cada día los ejecutantes se entregan al concurso de baile que, desde el entusiasmo, el esfuerzo, la extenuación y el límite físico les ha de llevar a la gloria o a la miseria del perdedor. Y, como siempre pasa, ganador solo hay uno y perdedores muchos, por eso la obra quiere ser también homenaje a los perdedores, que no son más que luchadores que perseveran, que no se doblegan ante las circunstancias adversas. La película retrataba una sociedad pos-crack del 29, mundo en crisis como este nuestro de hoy, donde tanta gente se queda en el camino mirando alejarse el horizonte de sus sueños.

Teatro, danza, música… arte en definitiva, orquestado por un Alberto Velasco que crece con este montaje en envergadura escénica con lecciones bien aprendidas y compartidas de sus compañeros coetáneos Chevi Muraday, David Picazo o Carlota Ferrer. Todos ellos son la vanguardia de una nueva forma de entregarse a la escena buscando poesía sin miramientos, combinando palabra y cuerpo, mensaje y sudor. Pero nada serían ellos sin el puñado de actores y actrices que sirven sus creaciones en los escenarios. Los 13 de “malditos”, estupendos todos y todas, se dejan hasta el higadillo en mitad de ese salón decadente, hundido en un lodazal de arenas negras, mientras bailan y bailan y bailan… El maestro de ceremonias, fusta en mano, lanza peroratas existencialistas sobre la muerte y un ser mitad equino mitad soprano se desgarra como un caballo moribundo.

Se ven pocos espectáculos así, hechos en España y por españoles. No porque no haya talento, sino porque no hay facilidad para desarrollarlos. Cuesta tanto como ganar el concurso de baile levantar una obra como esta y mantenerla con el esfuerzo que supone, sabiendo que la recompensa será inmaterial y volátil, nunca traducida en una lógica salarial merecida. Esto hay que verlo más y exportarlo. Que se sepa que nuestros creadores no tienen nada que envidiar a nadie con apellidos franceses, eslavos o anglosajones.