Dormifestación. Manifestación de durmientes

Programa de mano para Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, publicado en septiembre de 2022

 

DORMIFESTACIÓN. MANIFESTACIÓN DE DURMIENTES. Roger Bernat

 

En el mundo en el que vivimos hay muchas razones para convertir el acto de dormir en una acción reivindicativa, poéticamente subversiva, teatralmente transgresora. De ahí el término manifestación usado por Roger Bernat aquí, donde, además de su habitual apuesta por lo inmersivo y lo participativo, hay un ejercicio profundamente político, el despliegue de un ágora donde la colectividad más que hablar, sueña. Cuando caen los párpados, sube el telón y da comienzo la huelga. Porque esto es una huelga. Bernat y su equipo llevan un tiempo dándole vueltas a esto del dormir. La cosa arrancó en Chile, antes de la pandemia, cuando en 2019 todo se puso patas arriba allí y se colocó en el horizonte del país un proceso constituyente que, curiosamente, ha terminado su primera etapa hace unos días con la consulta popular, cuyo resultado ha sido el rechazo a la nueva constitución. Pero hace 3 años, el encargo que le hicieron a Bernat en el festival Santiago a Mil se iba a concretar en un proceso re-constituyente que tenía el sueño como principal arma poética. Aquello devino, con el tiempo, en esta dormifestación, una evasión que consiste en dormir contra… ¿contra qué? Contra la sociedad conectada, porque dormir en nuestras tecnocracias es desconectarse, dormir es -valga la paradoja- despertar de las complacencias y servidumbres del día a día. Y dormir juntos, en el espacio público (cada vez menos público y más privatizado), es manifestarse en horizontal y sin palabras, sin gritos, sin consignas, en un silencio dramatizado que quiere evidenciar también los dramas personales de aquellos y aquellas que fueron expulsados por las sucesivas crisis y obligados a dormir donde nadie quiere dormir. Procesión inmóvil de onironautas sobre camastros que los expone y los vulnerabiliza, pero así son las huelgas y así es ese proceso biológico que caracteriza a los mamíferos, en contra incluso de la lógica evolutiva, pues al dormir, la mayoría de los animales se ponen en peligro.

Oda a la improductividad y el decrecimiento, los dormifestantes se entregan durante toda una noche al raso a un sueño reconstituyente y, llegado el caso, refundador. Derecho a dormir frente al diario drama de vivir, derecho a hacerse el muerto como esos animales que intuyen el peligro. Esta manifestación sigue los cauces burocráticos pertinentes de cualquier otra protesta con ese nombre: las autoridades competentes están protocolariamente avisadas, los permisos concedidos y la poesía preparada. Seguramente no hagan falta antidisturbios, porque todos los disturbios posibles sucederán en el sueño de los dormifestantes, lo cual sabemos que es altamente inofensivo o, quizás mejor dicho, más pacífico. Aun así, la autoridad competente tiene el deber de proteger este ejercicio de derecho frente a posibles intentos de impedirlo, perturbarlo o menoscabarlo. Los convocantes, Roger Bernat y el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque (además de otros artistas involucrados como Núria Martínez Vernis u Oriol Sauleda) nos sedarán como seda un cuadro de Friedrich o una ópera de Wagner y nos invitarán a participar de esta utopía comunitaria, desgraciadamente efímera… o no.

La dormifestación, como dice el propio Bernat, es la huelga en un espectáculo y un espectáculo en huelga. Su tendencia artística acumula años de desteatralización del teatro y aquí se evidencia con máxima radicalidad, hasta el punto de plantear una huelga del teatro, lejos del edificio comúnmente conocido como teatro y de las convenciones que lo codifican desde hace siglos. Aquí no pasa nada, o pasa que la gente se junta a dormir, puede escribir algún mensaje en carteles dispuestos para ello y dejarlos al pie de la cama, y la salida del sol será acompañada de algunos poemas. Poco más. “Esto no es un concierto new age ni una cosa bien intencionada del estilo durmamos y soñemos con un mundo mejor. No”, afirma, tajante, Roger Bernat. “No hay ningún tipo de intención positiva en todo esto, al contrario, se trata más bien de apagar el interruptor, sumirnos en el espacio de irracionalidad al que nos enfrenta la noche, sin pretender volver a convertir la noche en un espacio del que sacar provecho. No, la noche tiene que ser un espacio totalmente opaco al mercado e, incluso, a la cultura”.

El espectador, si puede considerarse así al dormifestante, pasa a ser objeto y sujeto de esta no-obra, como los cuadros de un museo cerrado en la soledad de la noche. No hay un otro que acceda al acontecimiento íntimo del sueño, ni siquiera un alguien que mire cómo duermen juntas unas personas en el patio de un antiguo cuartel militar. Performance hacia adentro, libre de la curiosidad naif de la experiencia creativa neoliberal, “la idea de Freud del sueño como otium estructural, que traslada el ‘trabajo’, el negotium, a otro agente, la psique”, como nos recuerda Roberto Fratini, colaborador de Roger Bernat desde hace años. Desde antiguo se ha estimado que en los sueños hay respuestas. Que cada cual lleve el cargador de preguntas preparado y, bajo una manta o un saco de dormir, se ponga en manos de un no-tiempo para encontrar la lucidez o lo que sea. Hágase el apagón. Hágase la huelga.