Crítica: Beatriz Galindo en Estocolmo

Publicada en Time Out Madrid el 2 de febrero de 2018
Visto en el Teatro María Guerrero
Autora: Blanca Baltés
Director: Carlos Fernández de Castro
Intérpretes: Ana Cerdeiriña, Carmen Gutiérrez, Eva Higueras, Chupi Lorente y Gloria Vega

Isabel Oyarzábal, Concha Méndez, Victoria Kent, Clara Campoamor, María Teresa León, Josefina de la Torre, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Zenobia Camprubí, Margarita Manso, Elena Fortún, Remedios Varo, Rosa Chacel, María Zambrano, María de Maeztu, Carmen de Burgos “Colombine”… ¿cuántas te suenan? ¿Dos, quizás tres? Pues hay muchas más. Son las mujeres que la historia oficial ha silenciado. ¿Podríamos decir que ha ocultado deliberadamente? Quién sabe. Pero casi mejor que fuera deliberado a pensar que directamente las ignoraron. Y estas mujeres hicieron, junto con todos los hombres del 98, del 14, del 27 o del 36, el arte y la política de la España del siglo XX. El mayor de los atractivos de esta obra teatral es haberlas puesto en primer plano.

Podríamos decir que la primera de la lista, Isabel Oyarzábal, es la protagonista, junto con Concha Méndez. Oyarzábal, que asumió en sus artículos de prensa el seudónimo de Beatriz Galindo (otra gran mujer, esta del siglo XVI, conocida en su día como La Latina, la que da nombre al popular barrio de Madrid), fue la primera mujer en la Historia de España que ejerció el puesto de embajadora de un país extranjero, en este caso Suecia. Lo que pasa es que, al llegar a Estocolmo para tomar posesión de su cargo, se encontró con el embajador saliente pertrechado bajo llave en su despacho y negándose a darle el testigo a una mujer al grito de “saldré cuando Franco haya ganado la guerra”. Este episodio es el que está rodando Concha Méndez en el año 60 en su exilio en México, con la propia Oyarzábal rememorándolo en un plató.

Tomando esta anécdota como base, la autora del texto, Blanca Baltés, construye un collage de escenas que permiten, sin pesados didactismos, entender la dimensión de la aportación de estas y otras mujeres y el tamaño del olvido. Aunque… la dirección no es muy clara y, sin el conocimiento previo del texto, es difícil entender qué hacen las otras tres actrices hasta que no se les cita con nombre y apellidos. En lo interpretativo hay desigualdad patente, pues a Ana Cerdeiriña, siendo lo buena que es, no se le ha sacado partido; Eva Higueras no parece tener muy claro sus tonos para cada uno de los personajes que acomete; Gloria Vega gasta formas de actuación un tanto amateurs; Chupi Lorente tira de oficio para componer el personaje de más aristas; y Carmen Gutiérrez, en el papel de Oyarzábal, demasiado engolada, mantiene al personaje en una tensión artificiosa que le resta interés. Pero diría que todo esto, más que de las actrices, son problemas de dirección, una labor que se presenta cuajada de detalles y soluciones un tanto anticuadas que dan al traste con la buena finalidad de la obra. Por eso me pregunto inquieto: ¿por qué, siendo la obra que es, la ha dirigido un hombre?