Crítica: Solo son mujeres

Publicada en Time Out Madrid el 3 de abril de 2016
Vista en el Teatro de La Abadía
Autora: Carmen Domingo
Directora: Carme Portaceli
Música: Maika Makovski
Intérpretes: Miriam Iscla, Sol Picó y Carmen Conesa

Seis mujeres, tres a la creación, otras tres a la interpretación, para contar la historia de otras cinco mujeres. En total once mujeres que podían contenerlas a todas, que aglutinan tanta creatividad, genio, desparpajo, talento, valentía, dolor, emotividad como maltrato, abuso, desprecio, maldad y ninguneo. Carmen Domingo ha escrito un texto crudo y palpitante para hacerle el homenaje que merece toda una generación de mujeres represaliadas y condenadas al silencio durante la Guerra Civil y la posguerra. Carmen Portaceli ha orquestado un artefacto escénico punzante y enérgico donde tienen cabida el teatro, la Historia, la música encabronada y dulce a un tiempo y la danza rota de esa mujer araña que es Sol Picó. Un espectáculo que hace justicia, poética, moral y humana.

Miriam Iscla no es que tenga que demostrar nada a sus años, es una actriz estupenda y eso lo sabíamos. Pero es que aquí teje una madeja con cinco historias cruzadas en un ejercicio interpretativo de gran exigencia, cuyo denominador común físico es una risa nerviosa y unos ojos cargados de emoción siempre a punto de desbordarse. Una mueca de estupefacción siempre acechante que impresiona. En ella se concentra toda la represión que el franquismo ejerció sobre la mujer y que no sólo venía del hombre: el relato de Matilde Landa frente a ese batallón de monjas es de una crueldad intolerable.

Tan estremecedor como el de Amparo Barayón, que pone de manifiesto hasta qué punto podemos llegar a ser mezquinos los seres humanos. O el de Tomasa Cuevas, cuya determinación para que no se olvidara lo que había vivido le valió la Creu de Sant Jordi, sí, pero sobre todo nos deja una sensación de alivio, una puerta a la esperanza que nunca ha de cerrarse.

En escena, junto a Iscla, ese reflejo físico hecho danza a cargo de Sol Picó. Monumental en el momento líquido (qué bien juega el agua en escena una bailarina como ella). Tiene tanta fuerza lo que hace siempre esta mujer en los escenarios que uno está tentado de cambiarle el género al astro rey para que pase a ser la Sol, porque su energía bailando es capaz de sostener a una galaxia entera. Pura vida.

Y lo de Carmen Conesa… increíble, antológico. Una auténtica mujer orquesta, en el sentido más literal porque canta y toca varios instrumentos (de pronto parecía Diamanda Galás aporreando el piano), y en el sentido figurado, porque no ya aquí, sino en todo lo que hace, demuestra que es probablemente la actriz más completa de este país, cosa de la que mucha gente no parece haberse percatado.

Todo al servicio, en fin, de un montaje duro, directo al hígado, un golpe teatral de memoria histórica tan bello como necesario.