Crítica: Sueño

Publicada en Time Out Madrid el 18 de mayo de 2017
Vista en el Teatro de La Abadía
Autor y director: Andrés Lima
Intérpretes: Nathalie Poza, Chema Adeva, Laura Galán, Ainhoa Santamaría y María Vázquez

No se le puede regatear a Andrés Lima el valor de su valentía. Podría conformarse con su estatus para facturar montajes de recepción cómoda, pero le gusta complicarse la vida y, de paso, complicársela al espectador. ‘Sueño’ es el resultado de una investigación sobre la comedia (como ‘La ternura’, de Alfredo Sanzol, también en cartel en La Abadía, ambas fruto del proyecto Teatro de la Ciudad) que no ha cuajado en un resultado óptimo. Es mi opinión, claro.

Sin subestimar todo lo puesto en escena por todos los componentes del equipo, técnico y artístico, la obra me resulta tediosa a ratos, deslavazada, como si todavía fuera un work in progress. Hay dos universos cruzados: uno real, el de un hombre que agoniza en una residencia psiquiátrica, y uno imaginario o, por seguir la línea del título, onírico, el que reproduce los delirios de ese hombre demente cuando ingiere alcohol. Su cabeza explota en recuerdos sublimados de lo que fue su vida, sobre todo su vida amorosa/sexual. Es ahí donde Lima ha decidido introducir, con calzador, escenas del ‘Sueño de una noche de verano’ de Shakespeare.

Para ser resultado de una investigación sobre la comedia, lo poco cómico que contiene el montaje no es ni mucho menos de carcajada. A veces se asoma al ridículo, pero claro, las actrices y el actor sacan pecho y salvan el dislate con una prestancia incuestionable. Ver a Chema Adeva es siempre un placer, pero aquí despliega toda su inmensa paleta, llena de matices y oficio. Nathalie Poza, como él, salta del personaje real al imaginario con tanta confianza y soltura que uno se queda a cuadros viendo de lo que es capaz. Y el coro que les circunda no es menos interesante, sobre todo con una divertidísima Laura Galán, comprándole al director cualquiera de sus ocurrencias, y la siempre solvente Ainhoa Santamaría.

En definitiva, se nota demasiado que la obra está preñada de un duelo de padre de Andrés Lima, que es una obra más para él que para nadie, pero con todo hay belleza escénica. Lima camina hacia un teatro más estético cada vez y vuelve a conseguir momentos de innegable impacto estético como sucedía en su ‘Medea’ o en ‘Desde Berlín’, por citar dos de sus montajes más recientes. No gustará a todo el mundo lo que hace, pero que el teatro es la sangre de sus venas es impepinable.