Hacer noche

Programa de mano para el estreno de Hacer noche, de Bárbara Bañuelos y Carles Albert Gasulla, en el Kunstenfestivaldesarts de Bruselas, en mayo de 2022

 

HACER NOCHE. Bárbara Bañuelos y Carles Albert Gasulla

 

Para hablar de una pieza escénica de Bárbara Bañuelos, conviene hablar también de sus piezas anteriores, pues existe una línea invisible que une cada trabajo con el siguiente y ese hilo conductor que hilvana toda su obra ayuda a conocer las esencias que cimentan su práctica artística. Ahora mismo, el corpus fundamental que permite trazar la poética personal de Bañuelos (al margen de colaboraciones pretéritas con otros creadores o de su carrera musical paralela) lo componen las piezas Inventario (2015), Mi padre no era un famoso escritor ruso (2018) y Hacer noche (2021). Se empieza a vislumbrar en su horizonte intuitivo lo que será el cuarto título de esta progresión, La mujer del francotirador, que se está bocetando ya en estos momentos. Tomándolas en conjunto, se puede certificar, por ejemplo, la expansividad que va del ‘yo’ al ‘nosotros’, de lo personal a lo social, de lo privado a lo público.

Los proyectos arrancan siempre desde la pregunta y la intuición; ahí comienza una experiencia de inmersión personal, de investigación, de acopio de material, que termina conformando una vivencia de atravesamiento y que va encontrando en el camino la forma escénica. En ese camino es donde se transita hacia un yo expandido, de lo particular a lo universal, y la travesía, que dura entre dos y tres años en cada ocasión, desemboca en la síntesis que es, en sí, el propio espectáculo. Esa experiencia siempre se vive en primera persona y partiendo del cuerpo de la propia artista como archivo vivo, desde lo físico, lo emocional, lo psíquico y lo intelectual. Esa corporalidad, en escena, ha encontrado un lenguaje propio que ella misma define como neutralidad narrativa, coherente y honesto con su propia personalidad, con su forma de mirar el mundo y comunicarlo. Esa neutralidad implica no colocarse en un lugar de juicio, buscando que el relato se convierta en un rico caleidoscopio, flexible y poliédrico. “Encontrar ese lugar -declara Bañuelos- me permitió estar en escena sin miedo y defender mis propuestas”. En ese estar corpóreo y neutro, la relación entre palabra oral y performatividad se desarrolla en paralelo. Ese desarrollo es acompañado por un trabajo con objetos y documentos reales que son también una constante en el devenir artístico de Bárbara, donde se evidencia el interés que tiene como persona y como artista por la construcción de la memoria, personal y colectiva, por cómo trabaja nuestra imaginación, y por la dialéctica, más vigente que nunca en estos tiempos, entre realidad y ficción.

Inventario era una exposición a ras de suelo de algunos de los objetos y documentos que, desde 1996, Bárbara ha ido encontrando, recopilando y guardando obsesivamente. Dispuestos sobre el suelo (de lejos se asemejan a los paneles del Atlas Mnemosyne de Aby Warburg), la artista levantaba acta oral de las historias que se escondían tras los papeles. Uno de esos documentos estaba relacionado con un “silencio familiar” (en sus propias palabras) y la creadora tuvo la necesidad de reconstruir, a partir de ahí, la historia de su abuela paterna, que acabó convirtiéndose en su siguiente pieza, Mi padre no era un famoso escritor ruso. Ahí empezó a conocer la realidad de las personas relacionadas con el sufrimiento mental, primero desde la experiencia cercana de un familiar. Pero quiso saber más, quiso ampliar su conocimiento sobre esta realidad. Fue así como entró en contacto con la Asociación Radio Nikosia, un colectivo ubicado en Barcelona y conformado por personas con y sin itinerarios medicalizados de sufrimiento, que se define como un territorio político, una asamblea donde priman los cuidados comunes y el acompañamiento. Entre sus actividades está un espacio radiofónico al que Bárbara asistió en varias ocasiones. Allí conoció a Carles Albert Gasulla, miembro de la asociación, licenciado en filología alemana, lector empedernido, que habla 5 idiomas y que trabaja de forma precaria como vigilante nocturno en un parking. Escuchándole tuvo la intuición de que era una vida y una experiencia que valía la pena compartir, y andando el tiempo esa fascinación inicial dio como resultado la pieza Hacer noche.

En la evolución artística de Bárbara Bañuelos, esta pieza presenta una clave escénica que marca una diferencia respecto a las obras anteriores. Si normalmente había una relación frontal con el público, al que se enfrentaba sola la propia Bárbara, en esta ocasión le acompaña Carles en escena, con el que establece un diálogo íntimo en un entorno cálido con los espectadores dispuestos alrededor, en círculo, alimentando la cercanía en busca de una mayor sensibilidad. La conversación se adereza, por un lado, con fragmentos de Viaje al fin de la noche, la novela de Louis-Ferdinand Céline que, para Carles, es un libro fundamental. Por otro lado, escuchamos también fragmentos del diario que el propio Carles escribe en esas largas noches austeras en la garita de vigilante del párking. Esta estructura dramatúrgica le permite a Bárbara ir introduciendo temas como la locura (la que estigmatiza bajo el peso de un diagnóstico y la que cualquiera de nosotras experimenta, porque nadie está a salvo del sufrimiento mental y porque vivimos en un mundo delirante en muchos aspectos), la guerra o la precariedad laboral. También el colonialismo que ejercemos, con mayor o menor grado de violencia, sobre otras personas, colonialismo en el sentido que enuncia Frantz Fanon, que dice que ejercemos colonialismo en la negación sistemática del otro, sea por machismo, por racismo o, más sutilmente, por las relaciones de poder inconscientes que establecemos con personas con diagnóstico en salud mental, a las que a veces denegamos una humanidad básica restándoles, por ejemplo, poder de agencia personal en su gestión del deseo.

En definitiva, Hacer noche es la plasmación escénica de lo que la escritora y pensadora Remedios Zafra llama una transformación de la vulnerabilidad individual en una fortaleza comunitaria, sacando una experiencia íntima del espacio privado y/o terapéutico, para dejar de asociar la enfermedad con la culpa o la vergüenza, para evitar que haya cuerpos y personalidades que se ocultan y terminan desapareciendo. “Es necesario -culmina Bárbara Bañuelos- que las comunidades, las minorías, las culturas o las personas que sufren un estigma, sea el que sea, tengan permanencia en el tiempo. Tenemos que cooperar para que se den públicamente este tipo de autonarrativas, porque cuando uno puede autorrelatarse en tiempo presente, está plantando las semillas para el futuro de su persona, su comunidad o su sociedad. Para mí eso es Hacer noche, un ejercicio de escucha, un vínculo narrativo, una multitud íntima”.